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enero 23, 2012

De exquisito bouquet y buena crianza Por: Pablo del Toro.

Por: Pablo del Toro. (Bajo este seudónimo escribe Juan Pablo Lagunes)
Decimosegunda corrida de la Temporada Grande 2011-2012 de la Plaza de Toros México. Seis toros de San Isidro para Uriel Moreno ‘El Zapata’,  el francés Sebastián Castellâ y Octavio García ‘El Payo’. 22 de enero de 2012.
 
En los carteles como el del domingo pasado, en los que la plaza se llena más de ‘fans’ que de aficionados, es normal que los tendidos se polaricen y exijan de más a unos y de menos a otros. Y así sucedió toda la tarde, con cada torero y sus claros ejemplos y sobretodo con los bureles. Y es que últimamente hemos sido más dados a premiar, en lo que a los animales respecta, la nobleza sobre la bravura. De esta forma, desfilaron un total de siete moritos sanisidreños, que fueron  sosos manejables y aplaudidos casi todos; sobresaliendo el pequeñito segundo, acreedor al arrastre lento.

Ya con un grupo bien definido de seguidores, Uriel Moreno ‘El Zapata’ se presentó con un espantoso vestido y su numerito en banderillas bien estudiado, aunque no precisamente bien ejecutado. Se le da eso de los malabares con los palitroques, más por espectacular y correlón que por técnico. Al final, todo el show termina con un toro con banderillas por todos lados menos en su sitio. Y con la muleta, como hizo él, mejor abreviamos.

Sebastián Castella apenas nos empieza a torear en francés y nos enamora. Atesora en sus trastos un toreo sumamente profundo y romántico; dominador, artista y llegador. Esta vez, además, se aventuró a ejecutar una extraña tanda de pases nunca antes vista en esta plaza. Cada vez tiene menos cosas para criticarle, pues unifica gustos, piensa, resuelve en la cara del toro y, lo ya dicho, enamora.
Si algo ha caracterizado a Octavio García ‘El Payo’ en sus últimas comparecencias en esta plaza es que sale a morirse en la raya, con personalidad y entregándose al cien. Desgraciadamente ha sido poco constante en cuanto a su estilo se refiere, pues así como sale una tarde artista, elegante y garboso en otra empieza con disparates como lo que vimos el domingo, que le dio por tener detalles de tremendismo poco propios de una plaza de primera categoría. Y sobretodo, poco propios en él, que es un torero de buena escuela y de mucha técnica, que no necesita del uso de recursos como torear de rodillas o buscar descabelladamente los pitones del toro. Cortó una oreja que fue el dividendo más del arrojo, la voltereta y la emoción que de su faena, pues ésta fue repetitiva y poco profunda. Está cayendo en el abuso de la fórmula del molinete, derechazo, derechazo, martinete y pase de pecho; y quienes hemos seguido su carrera desde sus inicios, sabemos que tiene para mucho, mucho más.

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