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enero 11, 2012

Oro, incienso y mirra. Por Pablo del Toro.


Por: Pablo del Toro. (Bajo este seudónimo escribe Juan Pablo Lagunes.)

Décima corrida de la Temporada Grande 2011-2012 de la Plaza de Toros México. Toros de La Estancia para Pedro Gutiérrez Lorenzo “El Capea”, Fermín Rivera y José Mauricio. 8 de enero de 2012.

Nuestra querida plazota nos tenía preparado un agradable regalo de reyes, para los aficionados de verdad. Un encierro de La Estancia que fue por demás incierto y difícil (salvo sexto y séptimo, que eran de dulce), y que en condiciones normales hubiera arrojado un resultado negativo, fue dominado por tres toreros que parece que saben lo que hacen. Fue una de esas tardes en las que, todos y cada uno de los asistentes, desde los mismos coletas hasta la afición de los tendidos generales, salimos con alguna lección. Una tarde, pues, para aprender de toros.

Pedro Gutiérrez Lorenzo, siempre observado por su legendario padre desde algún punto de la plaza, tuvo grandes detalles de arte bajo una premisa de organización en su lidia, siempre tratando de hacer las cosas en orden, con sobriedad y sin prisas. Tal vez con un poco más de destreza con la espada el resultado hubiera mejorado.

Fermín Rivera sigue demostrando que es un torero que desborda arte, pero desgraciadamente no se puede ser más intermitente. Hubieron un par de tandas de buenísimos derechazos, pero a veces da la sensación de que él mismo pone el freno de mano cuando sus faenas empiezan a tomar vuelo. Debe trabajar en ese aspecto, porque el arte le corre por las venas y eso hay que aprovecharlo.

Lo mejor de la tarde lo trajo José Mauricio, que vio ambas caras de la moneda en sus dos toros sorteados. Su primero, que era un manojo de dificultades, le pudo sacar una faena por demás meritoria a base de valor y buen trato. Su segundo, un toro de bandera, le hizo tandas de buena factura y de calado en los tendidos. Lo templó, y se la creyó tanto que se tiró a matar recibiendo sin saber hacerlo (aparentemente), y  todo quedó en un desagradable regateo de una vuelta al ruedo que José Mauricio tenía más que merecida. Hizo bien, además, en ignorar automáticamente la petición de indulto de los despistados.

Cómo estarán las cosas en nuestra plaza que apenas sale un toro con calidad y el público no pierde el tiempo en disfrutarlo, pues se abalanzan a pedir el indulto. Y si combinamos eso, con el cuentapañuelos que ocupa el lugar de juez en el palco de autoridad, se presagian petardos para dar y regalar. Como sucedía, sucede y al parecer, seguirá sucediendo mientras no haya en el ruedo un torero con carácter o nosotros como afición no hagamos nada para mejorarlo.

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