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febrero 11, 2011

El Ser, el Deber Ser y el Querer Ser. Por Pablo del Toro.

(Publicado en www.toroestoro.com el 16/11/2010. Segunda Corrida de la Temporada Grande 2010-2011 de la Plaza de Toros México. Toros de Los Encinos para Manolo Mejía, Miguel Ángel Perera y José Mauricio. Corrida llevada a cabo el 14 de noviembre del 2010.)


Qué difícil se vuelve hablar de moral al combinarlo con la tauromaquia. Y más aún cuando le agregamos ganado disparejo, de bonita lámina aunque débil.
Pero los 8 mil asistentes a la Plaza México la tarde del pasado domingo salimos con tres importantes lecciones. Los tres alternantes mostraron, cada uno con sus argumentos, la pequeña pero importante diferencia entre el ser, el deber ser y el querer ser. Y es que ésta tarde vimos tres facetas del torero como profesional distintas, tres distintos grados de madurez, y tres diferentes formas de aprovecharlas.
Manolo Mejía lo único nuevo que tiene para enseñar son canas. Tiene lustros en los que no le hemos visto el más mínimo de variedad en su toreo. Aquí llegó la primera lección de la tarde. A Manolo Mejía no le podemos exigir más de lo que  nos ofrece, y es que así es él. Resulta improductivo exigirle que se ajuste, que no abuse del pico y/o cargue la suerte. Él torea así, así le gusta y a veces le funciona. Él es como es y por eso no es figura del toreo.
En contraparte, Miguel Ángel Perera es el preciso modelo de una figura del toreo en potencia. ¿Cómo se debe ser? Se debe ser como Perera. Dos faenas impregnadas de dramatismo, de riñones y sobradas de valor. Miguel Ángel es un torero que piensa, que actúa y que resuelve en la cara del toro. Educó a sus animales en turno a embestir, los guió y les sacó lo muy poco que tenían. Sacó agua de las piedras a base de sapiencia, cadencia y solvencia, pues ninguno de sus dos astados tenía para regalarle al triunfo a nadie. Perera le quitó la llave a la puerta grande de la México, pero la dejó cerrada por haber fallado con la toledana en su segundo. Tal vez sea para otra ocasión.
La tercera lección llegó de la mano de José Mauricio, un torero que sabe que no le están regalando nada y que se la juega segundo a segundo. Está aprendiendo, tiene más técnica pero sus revoluciones le impiden tener cadencia y reposo en sus faenas. Tiene pocas tardes y fue poco pulcro en su trasteo, pero  Mauricio quiere ser torero y no le importa gritarlo a los cuatro vientos. Gusto y ganas tiene de sobra. Que siga por buen camino y tal vez le veamos en carteles más importantes. 

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