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noviembre 29, 2011

"Caballos Polares" por Pablo del Toro.

Cuarta corrida de la Temporada Grande 2011-2012 de la Plaza de Toros México. 27 de noviembre de 2011. Dos toros de Rancho Seco y cuatro de La Punta para Diego Ventura, José Luis Angelino y Joselito Adame.

Esta vez, ni Ventura y su magnífica cuadra de caballos pudieron calentar un gélido tendido, a razón del clima casi polar y de la manada de toros complicados que se lidiaron. Los de La Punta tenían su lidia y los de Rancho Seco fueron una mansada, sobre todo aquel cuarto, que bien pudo haberse sentado a llorar en lugar de pasarse la tarde saltando las tablas. De los demás, definitivamente el sexto merecía mucho más, y el segundo tenía dejos de bravura pero embestidas descompuestas.

Diego Ventura estuvo lidiador y lleno de compromiso, pero inoperante a falta de animales. En su primero algo tuvo, pero de nuevo, el regalo fue excesivo; y además, de nada sirve regalar 'toros' con semejante falta de presencia, como aquel Julio Delgado. Debe estar agradecido con la afición que se quedó en la plaza a verlo a pesar de la lluvia, el frío y el impresentable bicho que lidió.

Supongo que José Luis Angelino debe estar harto de escuchar hasta de sus pericos que desperdició una oportunidad de oro el domingo pasado. No podía ser mejor: cartel con tirón de taquilla, con alternante banderillero, toros bien presentados, un alternante herido dándole a él la oportunidad de lidiar uno más (tal vez el mejor del encierro) y etcétera. Pero, desgraciadamente, decidió no sacar el carácter nunca y hacerse cada vez más chiquito, hasta que la situación terminó por arrollarlo. Nada le salió, ni siquiera esos quién sabe cuántos minutos invertidos en el segundo tercio de sus tres turnos para poner los pares a cabeza pasada. Ya mejor ahí le paramos.

Literalmente, Joselito Adame tuvo el viento en contra, culpable de la cornada que hoy lleva en el pecho. La lidia de uno bastó para demostrar su carácter, aunque no para estudiar el desarrollo de su técnica. Le pudo al que lidió con todo y cornada, de la que no nos enteramos hasta después de que el toro doblara. Un toro, una cornada, una oreja que debió haber quedado en ovación y tal vez una segunda oportunidad esta temporada fueron el balance final de su presentación. Más que redituable, después de haber matado solamente a uno.

Actualizando el conteo: 31 toros (y contando), apenas dos, cuando mucho tres bravos. ¿Qué estamos haciendo mal?

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