Etiquetas

marzo 24, 2011

Pequeñas Grandes Diferencias. Por Pablo del Toro.

(Bajo este seudónimo escribe Juan Pablo Lagunes)

De todos es sabido que en México tenemos un estilo particular para la fiesta, cualquiera que sea ésta. Más para la Brava, en la que además somos muy dados a defender nuestros antiguos y nacionalistas métodos a capa, montera y estoque; aunque sabemos que no son las formas más eficientes.

Y es que en este país no estamos acostumbrados a ofrecer la mejor calidad de producto sin condiciones al consumidor, por ocasional o recurrente que sea. Pude ver la transmisión última corrida por TV de la Plaza de Toros México; y también algunas corridas de la Feria de Fallas en Valencia. Y entonces me dio por comparar las dos fiestas y tratar de encontrar las diferencias fundamentales de por qué allende los mares es una fiesta nacional y aquí no es, ni por mucho, algo realmente presumible.

Es un hecho que la fiesta que tenemos en nuestro país puede estar peor, y también que la española puede estar mejor. Pero el trecho abismal entre una y otra no es más que el resultado de las cosas bien hechas, y aunque las diferencias entre ellas sean pequeñas, estas mismas obligan que los resultados sean exitosos, tanto en lo artístico como en lo económico.

Todo esto empezó a tomar forma mientras decidía si asistir a la Fería de San Marcos, o quedarme a ver las corridas de la Feria de Abril en Sevilla. En la tele, por supuesto.

Pienso yo que todos los males que padece nuestra fiesta (y no solo la fiesta) se reducen a una sola razón: la falta de profesionalismo. En todos los aspectos. Empezando por autoridades corruptas y facilotas, que permiten cuanta ocurrencia marciana exista. 

Hay que aceptarlo, las cuadrillas a veces dan vergüenza. Salvo excepcionales casos, los de plata son señores que rebasan los 40 años de edad, que difícilmente son capaces de clavar un par de banderillas en buen sitio. Los picadores tienen más trapío que los mismos toros, y nos ha tocado ver que no se pueden subir a los caballos de semejante barriga que portan. Pero eso sí, bien sindicalizados. No vaya a ser que les quieran ver la cara. 

Y no nos limitamos a las cuadrillas, también quienes las comandan nos dan de qué hablar. Por que increíblemente novilleros que tienen para crecer se apuran en tomar la alternativa, aventándose ellos mismos al montón de toreros que nadie tiene ganas de ver. Porque no se deberían presentar en una plaza de toros si en realidad no saben matar a un toro. Porque para qué queremos ver cómo se tiran deliberadamente abajo con la espada. Porque para presentarse en una plaza de toros a torear primero hay que aprender a hacerlo. 

Podría seguir esta larguísima lista por horas, pero no es el punto. Al final, los realmente culpables de todos somos nosotros los aficionados por no saber exigir un espectáculo digno. Por no saber exigirle lo mínimo a los toreros, lo mínimo: parar los pies. Porque aplaudimos y pedimos orejas a todo aquel que ose pararse enfrente de un toro, desvirtuando el espectáculo. Porque a nosotros no hace falta darnos pan; con puro circo estamos contentos.

marzo 08, 2011

Tan poco el amor y lo desperdician en celos. Por Pablo del Toro

(Bajo este seudónimo escribe Juan Pablo Lagunes.)


(Publicado en www.toroestoro.com el 08/03/2011. Decimonovena Corrida de la Temporada Grande 2010-2011 en la Monumental Plaza de Toros México. Seis toros de Ordaz para Juan Bautista, Alberto 'el Cuate' Espinoza y Fermín Rivera. Corrida llevada a cavo el 06/03/2011.)

Tan fácil que a veces es hacer las cosas bien y de buenas como para que estemos gastando energías en hacerlo mal y de malas.

Y hablo, específicamente, del palco de autoridad comandado por Gilberto Ruiz Torres, que está empeñado en pegar petardos semanalmente como si de eso se tratase su trabajo. Y es que el juez autorizó la lidia del que hizo quinto a sabiendas de que estaba despitorrado desde la cepa, pues el accidente ocurrió desde que fue entorilado. Insistentemente haciéndose de la vista gorda, como si pensara que nadie se daría cuenta de la fractura, o a lo mejor esperando que un milagro curara al animal. Increíble.

Mención aparte merece la presencia de los toros lidiados, que provenían de la ganadería de Ordaz. Los seis tenían su lidia y definitivamente alguien con más experiencia, corridas y oficio les hubiera podido sacar mejor partido, pues los cornúpetas no se comían a nadie. Eran descastados en su mayoría, eso es cierto.

El francés Juan Bautista decepcionó a quienes nos había dejado un buen sabor de boca con su actuación, pues aunque lució muchos recursos y usa la cabeza, lo hizo demasiado apurado y con poco reposo. No tuvo oportunidad de redondear sus actuaciones así que todo fue a base de chispazos sueltos y muy rápidos.

Alberto El Cuate Espinoza hizo gala de muchísimo valor, quedándose muy quieto ante su primero que le desarrolló sentido. Aunque está poco toreado y no siempre entiende del todo a los animales que lidia y debido a ello a poco estuvo de recibir una cornada grave, es cierto que la voluntad y el valor extremo lo llevaron a saludar en el tercio con mucha verdad, convenciendo al público de que al menos, las ganas las tenía para sobresalir. De ésas salidas al tercio que sí cuentan, que sí dicen algo, que son bien ganadas y más que merecidas.

Las cosas no fueron fáciles para Fermín Rivera, que se tuvo que valer de apenas chispazos y detallitos pequeños de arte, sin mostrar tampoco algo más allá. Tuvo en contra además, al clima, lo que provocó que la gente se distrajera y es difícil hacer una crítica solvente de su labor. 

marzo 01, 2011

Si es hecho en Francia, es producto de exportación. Por Pablo del Toro.

(Bajo este seudónimo escribe Juan Pablo Lagunes)

(Publicado en www.toroestoro.com el 28/02/2011. Decimoctava corrida de la Temporada grande 2010-2011 de la Plaza de Toros México. Seis toros de Villa Carmela para el francés Juan Bautista, Óscar López Rivera y Aldo Orozco. Corrida llevada a cabo el 27 de febrero de 2011.)




Foto: Emilio Méndez. Tomada de www.suertematador.com

La lógica indica que entre peor conformado esté el cartel, menos gente asistirá a las corridas. Y cumpliendo con esta premisa, la tarde del domingo 27 de febrero fue la que menos asistentes tuvo en lo que va de la temporada. Asimismo, también fue uno de los carteles menos rematados de la misma.

Los escasísimos asistentes vieron un encierro de Villa Carmela de excelente presentación, con edad y trapío los seis, aunque de juego variado.

Las tierras francesas surtieron de nuevo otro torero elegante aunque de corte distinto como lo es Juan Bautista. Vino a comprobar el sitio que tiene y que definitivamente es producto de los años que tiene toreando en las ferias europeas. Le puso un estoconazo a su primero que emocionó al escaso público, que sin pensarlo dos veces pidió la oreja, como ocurre todos los domingos. A su segundo lo toreó bien, con tersura y elegancia pero con estocada muy defectuosa, lo que impidió que tocara pelo esta tarde.

Han perdido tanto valor los trofeos cortados en la Plaza México que es ya prácticamente lo mismo si se cortan o no. Ya mejor no hablemos de merecimientos, pues el sentido de los trofeos está totalmente desvirtuado y destruido. Así las cosas, pienso que a veces es mejor no cortar nada, e irse dejando un buen sabor de boca, como Juan Bautista. Y es que de haber cortado una oreja, ya las cosas no sabrían igual.

Óscar López Rivera sorprendió a propios y extraños haciendo lo que algunos toreros con muchísimas más corridas que él no pueden hacer: quedarse quieto. No tiene sitio, ni mando, ni tampoco mucha técnica, pero estuvo con voluntad, y sí se quedo quieto. Habrá pegado dos, como mucho tres muletazos valiosos pero sin acoplamiento, sin sitio y sin son. Necesita torear mucho más, para entonces regresar a La México y enseñar lo que tiene.

La oreja pitada e inmerecida que cortó Aldo Orozco en su primera comparecencia esta temporada rindió frutos pues lo repitieron en otro cartel; pero el diestro no lo aprovechó cabalmente y se fue pitado en uno y silenciado en otro. No paró los pies y estuvo sin brújula a la hora de matar, por lo que el público se impacientó y con justificada razón le exigió. Un trago amargo, a final de cuentas.