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diciembre 20, 2011

"De la moda, los que se acomodan" Por Pablo del Toro

De la moda, los que se acomodan.
Por: Pablo del Toro. (Bajo este seudónimo escribe Juan Pablo Lagunes.)

Sexta corrida de la Temporada Grande 2011-2012 en la Plaza de Toros México. 18 de diciembre de 2011. Toros de Villa Carmela para Fermín Rivera, Daniel Luque y Mario Aguilar.

Se está poniendo de moda que los toreros mexicanos estén tratando de salir del hundimiento letárgico en el que se encontraban. A la par, se lidió un encierro guapo e interesante, con nobleza y en general y por sorpresa, con bravura. Espíritu festivo en los aficionados por las celebraciones que se acercan, convirtiendo la plaza en una pachanga poco seria. Y es que es muy bello dar y recibir buenos deseos en Navidad, pero gritado en una plaza de toros no es precisamente el lugar indicado para hacerlo. Mucho menos, con alguien jugándose la vida en el ruedo. En fin, a lo nuestro.

Fermín Rivera sorprendió con esa elegancia y ese temple que seguramente viene de familia. Debido a su poco rodaje, no entendió por completo a su segundo, pero a pesar de ello le sacó muletazos de alta factura y con el sello de la casa. Poca -o nula- ligazón, pero desbordando temple. Sorteó con lo mejor del encierro y hay aspectos por trabajar. Que no se aleje del buen camino.

Daniel Luque, en contraparte, no vio la linda cara de la suerte, pues en ambos turnos sorteó con toros poco propicios para el lucimiento. Por esa razón, su labor fue poco valorada, pues estuvo ocupado lidiando y no luciendo. Sigue esperando ese burel que le ayude a enseñar eso que trae guardado y que allende los mares le ayuda a torear en las ferias importantes de verano.

Como buen sujeto de crédito, Mario Aguilar sigue pagando los intereses que dejó pendientes en temporadas anteriores. A pesar de que su segundo era un toro que prometía, el animal se le vino abajo pero Mario fue capaz de mantener la faena a flote en base a buenas maneras, calidad y conocimiento.

Sin duda, los tres toreros merecen repetir. Lo que queda, ahora, es ver si habrá espacio. Con la nueva moda y una administración correcta, las vacantes en los carteles del 2012 se llenarán rápido.

diciembre 13, 2011

"¿Y por qué no 10?" Por Pablo del Toro

Por: Pablo del Toro. (Bajo este seudónimo escribe Juan Pablo Lagunes P.)
Sexta corrida de la Temporada Grande 2001-2012 en la Plaza de Toros México. 11 de diciembre de 2011. Toros de Los Encinos para Guillermo Capetillo, Alejandro Talavante y Diego Silveti. 
Seguramente todos recordaremos aquellos días en los que uno llegaba a casa regodéandose de alegría por haber obtenido el único nueve de todo el salón en el examen de matemáticas, para ser recibido con la siempre destructora pregunta parental: “¿Sacaste 9? ¿Y por qué no 10?” Momento exacto en el cual nuestras ilusiones iban directo al suelo. Una vez recordado esto, me inclino por ser el aguafiestas y preguntar:
“¿Y por qué no 10, Diego?”
Repasando las bases del reglamento taurino, se entiende que el corte de rabo es el máximo trofeo. Es decir, no hay nada más allá. Es el tope, el techo de la calificación taurina. Por lo mismo, se entiende que una faena de rabo implica la perfección. Porque cortar un rabo equivale a sacar 10 en un examen; y no se puede sacar 10 si no tienes todas las respuestas correctas. Cierto es que la apreciación es un factor importantísimo; que merecía más de dos orejas, pero no el rabo. Que protestar el rabo sería injusto, pero negarlo también. Que la estocada fue defectuosa, pero mató a la primera. Que el toro era extraordinario, posiblemente uno de los mejores tres que han pisado la arena de La México en muchos años. Y por eso, potencialmente, la faena tenía para muchísimo más. Porque “Charro Cantor” de Los Encinos murió con un pitón izquierdo dolorosamente desaprovechado; que de haberse explotado, habría sido un ejemplo de libro de texto para un indulto; o en su defecto, un ejemplo de libro de texto de una faena indiscutiblemente de rabo. Diego Silveti, a pesar de haber estado inmenso, me dejó una sensación de vacío por no haber explorado más ese pitón izquierdo, que era una mina de diamantes.
Increíblemente, siendo el más joven de los tres alternantes, Diego Silveti fue el que más reposo e inteligencia tuvo, a final de cuentas. Alejandro Talavante traía las revoluciones a tope, y por más que se esforzó en crear un catálogo de adornos toreros, no terminó por convencer. No fue hasta que decidió estarse quieto que le arrancó una tanda de valiosísimos naturales a su primero. No deja de ser un torero de sello propio, cosa que se le agradece.
 
Guillermo Capetillo, por su parte, olvidó aceitarse las articulaciones y toreó tieso y con poca transmisión. Lo único que hizo fueron como dos muletazos a su primero y en su segundo no quiso ni arrancar. Desmotivado, desangelado, sin chiste y sin carisma. No se ve como en la tele.
Por cierto, ya nadie se acuerda, pero el subalterno Javier Escalante le quitó una cornada de encima a su compañero Cristian Sánchez que banderilleaba, y pienso que merece una mención especial por ello. 
Cuán orgulloso debe estar de ti tu padre, Príncipe Diego. Donde quiera que esté, seguro que gritó: “Ése es m'hijo” y aventó un sombrero a la arena con el rostro lleno de lágrimas. No era para menos.